Nosotros, que hemos sido llamados por él, hemos conocido su gloria; y no nos acercamos a Cristo, Salvador y juez universal, como a un hombre, pues, aunque la Palabra se hizo carne, creemos no obstante que es Dios por naturaleza y que, nacido de Dios Padre por modo misterioso, está sobre toda criatura, resplandece rutilante sobre el supremo solio, domina sobre todos y tiene una mano derecha fortísima, capaz de conservar fácilmente bajo su dominio a quienes quisiere, y nada absolutamente puede superar o elevarse, por así decirlo, sobre su poder.
Pero Israel no lo comprendió así. Convivieron con él como con cualquiera semejante a nosotros y no como con Dios hecho hombre. Por eso le dijeron en cierta ocasión: ¿Quién eres tú? y ¿por quién te tienes? Y también: No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios. En cambio —dice él— los que fueren llamados al conocimiento de la verdad contemplarán mi gloria, pues yo, el que hablaba por los profetas, aquí estoy.
En efecto, el Señor Dios se nos ha aparecido, como está escrito: En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo. En este texto hay que subrayar lo siguiente: que Dios Padre esencialmente ha creado todas las cosas por medio del Hijo y por su medio nos ha hablado a nosotros en estos últimos tiempos: pero no como si él fuese otro hijo según la carne, nacido de una mujer, sino que el Verbo es el único Hijo encarnado en razón de la humanidad asumida, que es además el creador de las edades del mundo.
Pero ha aparecido Cristo, nuestra paz, que ha removido el obstáculo del pecado y nos ha reconciliado con el Padre, uniéndonos a él: y por él efectivamente tenemos acceso al Padre. Que es como si dijera: lo mismo que si viniera alguien veloz y rápido con la noticia de que los enemigos han sido cogidos prisioneros, anunciase la paz y proclamase la buena noticia, así se presentó en el mundo encarnado el Salvador de todos, y fue constituido mediador de paz ante Dios Padre, después de haber eliminado a Satanás y haber quitado de en medio a todos sus satélites; y como quiera que urge el tiempo en que todos cuantos lo desean pueden participar de todos los bienes, él está siempre cerca de los que creyeron en él y que gustan y secundan las cosas de Cristo, a fin de poder llegar a participar plenamente de las gracias celestiales y ser colmados de toda buena esperanza: de hecho, el Salvador es rico en toda clase de bienes.
Comentario sobre el libro del profeta Isaías (Lib 5, t. 1: PG 70, 1151-1155)
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