El Señor condujo al justo por sendas llanas, le mostró el reino de Dios, y le dio a conocer los santos. Dio éxito a sus tareas e hizo fecundos sus trabajos. Justo es el que desde el principio del discurso se acusa a sí mismo; justo es también el que vive por la fe; justo es asimismo el que va seguro. El primero es indudablemente bueno porque está a punto de emprender el camino; el segundo es mejor porque ya corre por él; el tercero es óptimo porque se aproxima ya al final del camino.
El Señor condujo al justo por sendas llanas. Las sendas del Señor son sendas rectas, sendas deleitosas, sendas plenas, sendas planas. Rectas, sin desviaciones, porque conducen a la vida; deleitosas sin detritos, porque enseñan la pureza; plenas de una muchedumbre, porque todo el mundo está ya dentro de la red de Cristo; planas, sin ninguna dificultad porque comunican suavidad. Su yugo es efectivamente suave y su carga ligera.
Le mostró el reino de Dios. El reino de Dios se concede, se promete, se muestra, se percibe. Se concede en la predestinación, se promete en la vocación, se muestra en la justificación y se percibe en la glorificación. A eso se refiere aquel texto: Venid vosotros, benditos de mi Padre: heredad el reino. Y así se expresa también el Apóstol: A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó. En la predestinación se manifiesta la gracia; en la vocación, la potencia; en la justificación, la alegría; en la exaltación, la gloria.
Y le dio la ciencia de los santos. La ciencia de los santos consiste en sufrir aquí temporalmente y deleitarse eternamente. La ciencia de los malos sigue un proceso inverso: está la ciencia del mundo que enseña la vanidad y está la ciencia de la carne que enseña la voluptuosidad.
Dio éxito a sus tareas. ¿Acaso nosotros mismos no tenemos éxito en nuestras tareas cuando todo lo que hacemos lo realizamos bajo el signo de la unidad, de modo que entre nosotros no haya pesas desiguales y medidas desiguales, pues ambas cosas las aborrece el Señor? ¡Ay de nosotros si nos alegrásemos, a no ser en Cristo y por Cristo! ¡Ay de nosotros si ofreciéramos una pobreza venal!
E hizo fecundos sus trabajos: bien aquí abajo en la perseverancia, manteniéndose firme hasta el final en la justicia; bien allí arriba en la gloria, gozándose eternamente. Felices ambos complementos, pues aquí abajo el justo muere colmado de días, y allí arriba nace para años sin término. Colmado en ambos sitios: aquí de gracia, allí de gloria, pues el Señor da la gracia y la gloria. Amén.
Sermón 21 sobre diversas materias (1-3: Opera omnia, Edit Cister t. 6, 1, 1970, 168-170)
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