En esto hemos conocido el amor. Habla de la perfección del amor, de aquella perfección que os hemos recomendado: En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos. Ved a qué venía aquel: Pedro, ¿me amas? Pastorea mis ovejas. Pues para que comprendáis que así es como él quería que apacentase sus ovejas: hasta dar la vida por las ovejas, le dijo a continuación: Cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías, pero cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras. Esto dijo, subraya el evangelista, aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios; de este modo enseñaba al que había dicho: Pastorea mis ovejas, a dar su vida por las ovejas.
¿Dónde comienza, hermanos, la caridad? Estad atentos un poco todavía: ya habéis oído cómo alcanza su perfección. El Señor mismo nos dio a conocer en el evangelio la meta y el modo: Nadie, dice, tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Así pues, en el evangelio pone de manifiesto la perfección de la caridad, aquí, en la carta, se nos invita a conseguir tal perfección. Pero vosotros os preguntáis y os decís: ¿Cuándo podremos obtener esta caridad? No desesperes en seguida de ti: quizás ha nacido ya, pero no ha alcanzado aún su perfección; aliméntala, no sea que se ahogue. Pero me dirás: ¿Y cómo conocerla? Ya hemos oído cómo alcanza su perfección; oigamos ahora cómo comienza.
Si uno tiene de qué vivir y, viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios? Ved cómo comienza el amor. Si todavía no te sientes capaz de morir por el hermano, sé al menos capaz de darle una parte de tus bienes.
Pero quizá me dirás: ¿Qué tengo que ver con él? ¿Tendré que darle yo mi dinero, para que él no sufra molestia alguna? Si es esto lo que te responde tu corazón, señal de que no habita en ti el amor del Padre. Y si el amor del Padre no habita en ti, es que no has nacido de Dios. ¿Cómo puedes gloriarte de ser cristiano? Tienes el nombre, pero no las obras. Si, en cambio, al nombre lo acompaña el comportamiento, podrán llamarte pagano; tú con obras demuestras que eres cristiano. Y si con las obras no demuestras tu cristianismo, aunque te llamen cristiano, ¿de qué te aprovecha el nombre si el nombre no se corresponde con la realidad? Pero si uno tiene de qué vivir y, viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar con él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras.
San Agustín de Hipona, Tratado 5 sobre la primera carta de san Juan (11-13: SC 75, 266-271)
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