Cristo, a quien el Padre consagró y envió al mundo, ha hecho partícipes de su consagración y de su misión a los obispos por medio de los apóstoles y de sus sucesores. Ellos han encomendado legítimamente el oficio de su ministerio en diverso grado a diversos sujetos de la Iglesia.
Así, el ministerio eclesiástico de divina institución es ejercido en diversas categorías por aquellos que ya desde antiguo se llamaron obispos, presbíteros, diáconos. Los presbíteros, aunque no tienen la cumbre del pontificado y en el ejercicio de su potestad dependen de los obispos, con todo, están unidos a ellos en el honor del sacerdocio y, en virtud del sacramento del orden, han sido consagrados como verdaderos sacerdotes del nuevo Testamento, según la imagen de Cristo, sumo y eterno Sacerdote, para predicar el evangelio y apacentar a los fieles y para celebrar el culto divino. Participando, en el grado propio de su ministerio, del oficio de Cristo, único Mediador, anuncian a todos la divina palabra. Pero su oficio sagrado lo ejercitan sobre todo en el culto eucarístico o comunión, en donde, representando la persona de Cristo y proclamando su misterio, juntan con el sacrificio de su Cabeza, Cristo, las oraciones de los fieles, representan y aplican en el sacrificio de la misa, hasta la venida del Señor, el único sacrificio del nuevo Testamento, a saber, el de Cristo, que se ofrece al mismo Padre como hostia inmaculada.
Para con los fieles arrepentidos o enfermos desempeñan principalmente el ministerio de la reconciliación y del alivio. Presentan a Dios Padre las necesidades y súplicas de los fieles. Ellos, ejercitando, en la medida de su autoridad, el oficio de Cristo, pastor y cabeza, reúnen la familia de Dios como una fraternidad, animada y dirigida hacia la unidad, y por Cristo en el Espíritu la conducen hasta el Padre, Dios. En medio de la grey le adoran en espíritu y en verdad. Se afanan, finalmente, en la palabra y en la enseñanza, creyendo en aquello que leen cuando meditan en la ley del Señor, enseñando aquello en que creen, imitando aquello que enseñan.
Los presbíteros, como próvidos colaboradores del orden episcopal, como ayuda e instrumento suyo llama-dos para servir al pueblo de Dios, forman, junto con el obispo, un presbiterio dedicado a diversas ocupaciones. En cada una de las congregaciones locales de fieles ellos representan al obispo, con quien están confiada y animosamente unidos, y toman sobre sí una parte de la carga y solicitud pastoral y la ejercitan en el diario trabajo. Ellos, bajo la autoridad del obispo, santifican y rigen la porción de la grey del Señor que se les ha confiado, hacen visible en cada lugar a la Iglesia universal y prestan eficaz ayuda a la edificación del cuerpo total de Cristo.
Constitución dogmática Lumen gentium
Concilio Vaticano II (III, 28)
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