domingo, 2 de noviembre de 2014

La resurrección de los muertos

No guardes silencio, Señor, sobre la resurrección de la carne, no sea que los hombres no crean en ella, y nosotros de predicadores nos convirtamos en razonadores.

Porque igual que el Padre dispone de la vida, así ha dado también al Hijo el disponer de la vida. Entiendan los que oyen, crean para que entiendan, obedezcan para que vivan. Escuchen todavía otro texto, para que no piensen que aquí se acaba la resurrección. Y le ha dado potestad para juzgar. ¿Quién? El Padre. ¿A quién se lo dio? Al Hijo. Pues al que le dio poder disponer de la vida, le dio asimismo potestad para juzgar. Porque es el Hijo del hombre. Cristo, en efecto, es Hijo de Dios e Hijo del hombre. En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Mira cómo le dio poder disponer de la vida. Pero como la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros, hecho hombre de María Virgen, es Hijo del hombre. ¿Y qué es lo que recibió por ser Hijo del hombre? Potestad para juzgar. ¿En qué juicio? En el juicio final; entonces tendrá lugar la resurrección de los muertos, pero sólo de los cuerpos, pues las almas las resucita Dios por medio de Cristo, Hijo de Dios. Los cuerpos los resucita Dios, por el mismo Cristo, Hijo del hombre. Le ha dado potestad. No tendría esta potestad de no haberla recibido, y sería un hombre sin potestad. Pero el Hijo del hombre es al mismo tiempo Hijo de Dios.

A propósito de la resurrección de los cuerpos, escuchad ahora no a mí, sino al Señor, que nos va a hablar con ocasión de los que resucitaron surgiendo de la muerte, adhiriéndose a la vida. ¿A qué vida? A la vida que no conoce la muerte. ¿Por qué no conoce la muerte? Porque dispone de la vida. Y le ha dado potestad para juzgar, porque es el Hijo del hombre. ¿Con qué tipo de juicio? No os sorprenda esto, porque ha dicho: le ha dado potestad para juzgar. Porque viene la hora. No añadió: y ya está aquí, pues quiere insinuar una hora cualquiera al final de los tiempos. Ahora es el momento de resucitar los muertos, la hora del fin del mundo es el momento de resucitar los muertos: pero que ahora resuciten en el espíritu, entonces en la carne; resuciten ahora en el espíritu por medio del Verbo de Dios, Hijo de Dios; resuciten entonces en la carne por medio del Verbo de Dios hecho carne, Hijo del hombre.

El Padre no vendrá para juzgar a vivos y muertos, y sin embargo el Padre no se separa del Hijo. ¿En qué sentido no vendrá, pues? Pues en el sentido de que no se le verá en el juicio. Mirarán al que traspasaron. El juez se presentará en la misma forma en que fue presentado al juez; juzgará en la misma forma en que fue juzgado; fue juzgado inicuamente, juzgará justamente. Vendrá en la condición de siervo y como tal aparecerá. ¿Cómo podría aparecerse en su condición de Dios a justos e inicuos? Si el juicio se celebrara únicamente para los justos, como a justos Dios se les aparecería en condición tal; pero como el juicio es para justos e inicuos, no parece conveniente que los inicuos vean a Dios, pues Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. El juez aparecerá en forma tal que pueda ser visto tanto por aquellos a quienes va a coronar como por aquellos a quienes va a condenar. Aparecerá la forma de siervo, permanecerá oculta la forma de Dios.

El Hijo de Dios estará oculto en el siervo, y aparecerá el Hijo del hombre, pues le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre. Y como quiera que él aparecerá sólo en la condición de siervo y el Padre no aparecerá, pues no se revistió de la forma de siervo, por eso decía hace un momento: El Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo el juicio de todos.

Tratado 19 sobre el evangelio de san Juan (15-16: CCL 36, 198-200)

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