martes, 23 de diciembre de 2014

El que nació una vez de María, nace a diario en nosotros

La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan. ¡Qué amistad más excelente! La misericordia y la fidelidad se encuentran. ¿Eres pecador? Escucha lo que dice: «Misericordia». ¿Eres santo? Escucha lo que dice: «Fidelidad». Ni desesperes si eres pecador, ni te ensoberbezcas si eres santo. Ensayemos otra interpretación.

Dos son los pueblos creyentes: uno integrado por los paganos y otro formado por los judíos. A los judíos se les prometió un salvador; a nosotros que vivíamos al margen de la ley, no se nos prometió. Por tanto, la misericordia se ejercita con el pueblo de los paganos, la fidelidad, en el de los judíos, ya que se cumplió lo que se les había prometido, es decir, lo prometido a los padres tuvo su cumplimiento en los hijos.

La justicia y la paz se besan. Mirad lo que dice: la justicia y la paz se besan. Es lo mismo que dijo anteriormente: misericordia y fidelidad. Pues misericordia equivale a paz, y fidelidad es sinónimo de justicia. Si alguna cosa dice relación con la paz, dice relación con misericordia; y si algo tiene que ver con la fidelidad, tiene que ver con justicia. Mirad en efecto lo que dice: La justicia y la paz se besan. Esto es, la misericordia y la fidelidad se hicieron amigas, es decir, judíos y paganos están bajo el cayado de un solo pastor: Cristo.

La fidelidad brota de la tierra. Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. El que dijo: Yo soy la verdad, brotó de la tierra. Y ¿cuál es esta verdad que ha brotado de la tierra? Brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. Y en otro lugar: Tú, oh Dios, ganaste la victoria en medio de la tierra. Mirad, la verdad, el Salvador, brotó de la tierra, es decir, de María.

Y la justicia mira desde el cielo. Era justo que el Salvador tuviera compasión de su pueblo. Mirad lo que dice: ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos! La verdad brota de la tierra, esto es, el Salvador. Y de nuevo: Y la justicia mira desde el cielo. La justicia, esto es, el Salvador. ¿Cómo brotó de la tierra? ¿Cómo miró desde el cielo?

Brotó de la tierra, naciendo como hombre; miró desde el cielo, porque Dios está siempre en los cielos. Esto es, brotó, es verdad, de la tierra, pero el que nació de la tierra está siempre en el cielo. Esto es, apareció en la tierra sin abandonar el cielo, pues está en todas partes. Miró, porque mientras pecábamos, apartaba de nosotros su vista. Lo que dice es esto: Es justo que el alfarero tenga compasión de la obra de sus manos, que el pastor se compadezca de su rebaño. Nosotros somos su pueblo, somos sus criaturas. Para esto, pues, brotó de la tierra y miró desde el cielo: para cumplir toda justicia y tener compasión de su obra.

Finalmente, para que sepáis que la palabra «justicia» no connota crueldad, sino misericordia, mirad lo que dice: El Señor nos dará la lluvia. Para esto miró desde el cielo: para compadecerse de sus obras. Y nuestra tierra dará su fruto. La fidelidad brotó de la tierra, así, en pretérito. Ahora se expresa en futuro: Y nuestra tierra dará su fruto.

No debéis desesperar por haber nacido una sola vez de María: a diario nace en nosotros. Y la, tierra dará su fruto: También nosotros, si queremos, podemos engendrar a Cristo. Y la tierra dará su fruto: del que se confeccione el pan celestial. De él dice: Yo soy el pan bajado del cielo.

Todo lo dicho se refiere a la misericordia de Dios, que vino precisamente para salvar al género humano.

San Jerónimo
Tratado sobre el salmo 84 (CCL 78,107-108)

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