miércoles, 28 de enero de 2015

La única descendencia de Abrahán: Cristo y la Iglesia

La ley –dice el Apóstol– fue nuestro pedagogo hasta que llegara Cristo. He aquí sus palabras: Estábamos prisioneros, custodiados por la ley. Una vez que la fe ha llegado, ya no estamos sometidos al pedagogo. Con estas palabras reprende ahora a los que anulan la gracia de Cristo: como si no hubiera llegado todavía el que debía llamarnos a la libertad, pretenden permanecer aún bajo el pedagogo.

Lo que dice que todos son hijos de Dios por la fe, en cuanto que todos los que fueron bautizados en Cristo se revistieron de Cristo, tiene un objetivo bien concreto: evitar que los paganos desesperen de su salvación, pensando que no son hijos al no estar custodiados por el pedagogo: revestidos de Cristo por la fe, todos se convierten en hijos. No hijos por naturaleza, como el Hijo único, que, además, es la Sabiduría de Dios; ni por la prepotente y singular asunción que les capacitara para ser y actuar por naturaleza en persona de la Sabiduría, a la manera como el Mediador se identificó con la Sabiduría asumida sin intervención de mediador alguno. No, son hijos por participación de la sabiduría, en virtud y gracias a la fe del Mediador.

En esta fe no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, por cuanto todos los fieles son uno en Cristo Jesús. Y si esto hace la fe, por la que se vive justamente en esta vida, ¿cuánto más perfecta y copiosamente lo hará la misma visión, cuando veamos cara a cara?

Pues de momento y aun poseyendo, por la justificación de la fe, las primicias del Espíritu, que es vida, comoquiera que todavía el cuerpo está muerto por el pecado, esta diferenciación de nacionalidad, de condición social o de sexo está ciertamente superada por lá unidad de la fe, pero se mantiene en la existencia mortal. Y que en la peregrinación de la presente vida, hayan de mantenerse tales categorías, lo preceptúan los apóstoles —quienes además nos han legado normas salubérrimas para vivir en común manteniendo las diferencias de nacionalidad, judíos y griegos, de condición social, señores y esclavos, de sexo, hombres y mujeres, y otras diferencias que eventualmente puedan presentarse—, y antes que ellos, el mismo Señor, quien afirmó: Pagadle al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios

Porque todos —dice— sois uno en Cristo Jesús. Y añade: Y si sois, de modo que se subdistinga y se sobrentienda: sois uno en Cristo Jesús, y a continuación se deduzca: luego sois descendencia de Abrahán, de suerte que el sentido sea éste: Porque todos sois uno en Cristo Jesús, luego sois descendencia de Abrahán. Antes había dicho: No se dice: «y a los descendientes», en plural, sino en singular: «y a tu descendencia», que es Cristo. Aquí, pues, nos demuestra que Cristo es el único descendiente, no refiriéndose exclusivamente a él, único mediador, sino también a la Iglesia, su cuerpo, de la que él es cabeza. Y esto para que todos sean uno en Cristo y reciban, de acuerdo con la promesa, la herencia por la fe, a la que la promesa estaba supeditada; esto es: en espera de la llegada de la fe, el pueblo estaba como custodiado por el pedagogo hasta la fecha prefijada, en cuya fecha serían llamados a la libertad todos cuantos en el pueblo han sido llamados conforme al designio de Dios, es decir, los que en aquella era fueron reconocidos como trigo.

San Agustín de Hipona
Comentario sobre la carta a los Gálatas (Lib 1, 27-28: CSEL 84, 92-94)

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