martes, 27 de enero de 2015

Son peregrinos y extranjeros en la tierra quienes viven una vida celestial

Está escrito en el libro de Moisés que Abrahán creyó en Dios y la fe se le contó en su haber y fue llamado amigo de Dios. ¿Cuál fue la razón de su fe y por qué fue llamado amigo de Dios? Se le dijo: Sal de tu tierra y de la casa de tu padre hacia la tierra que te mostraré. Y cuando le fue ordenado inmolar a su unigénito como figura de Cristo, le fue revelado el secreto designio de Dios. Justamente dijo el Salvador hablando de él a los judíos: Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando en ver mi día: lo vio, y se llenó de alegría.

Así pues, a causa de su obediencia y de su sacrificio, el hombre de Dios Abrahán fue llamado amigo de Dios y fue ceñido de la gloria de la justicia. Y no sólo eso, sino que honrado con el privilegio de hablar con Dios, le fueron revelados los planes de Dios que habrían de realizarse en la plenitud de los tiempos.

Y fue precisamente en la plenitud de los siglos cuando Cristo, la víctima santa y verdaderamente sagrada que quita el pecado del mundo, murió por nosotros. Pero hazme caso, por favor, y observa cómo las mismas cosas se realizan en plenitud también en aquellos que son sublimados a la amistad de nuestro Salvador Jesucristo. También ellos escucharon: Sal de tu tierra. Orden que cumplieron tan esforzadamente como puedes deducir de sus palabras: No tenemos aquí ciudad permanente, sino que andamos en busca de la futura, cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios. Pues son peregrinos y extranjeros en la tierra quienes viven una vida celestial y, unidos a Dios con los vínculos del afecto y del interés sobrenatural, abandonan la tierra trabajados por el deseo de la suprema mansión. Es la mansión que les muestra el Salvador cuando dice: Me voy a prepararos sitio; y cuando vuelva os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Escucharon que era necesario salir de la casa paterna.

¿Pero cómo podremos demostrarlo? Aduciré como testigo al mismo Cristo: El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí. No cabe duda de que la amistad de Dios es muy superior a la amistad terrena y a la más allegada parentela y, para los que le aman, el amor de Cristo es más fuerte que cualquier otro amor. Y al bienaventurado Abrahán le fue ordenado ofrecer su hijo como holocausto de suave olor, mientras que a éstos se les ordena que, ceñidos de la justicia y de la fe, se ofrezcan a sí mismos y no a otros. Os exhorto —dice— a presentar vuestros cuerpos como hostia viva, santa, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable. También se escribió de ellos: Los que son de Cristo Jesús han crucificado su carne con sus pasiones y deseos.

Además, también ellos comprendieron el misterio de Cristo. Pues saben que, a cambio de su amor a Cristo y como premio a sus trabajos se les galardonará con las prerrogativas del siglo futuro y con la gloria de la vida eterna. Y así, lo mismo que Abrahán, serán tenidos por justos y llamados amigos de Dios.

San Cirilo de Alejandría
Comentario sobre el evangelio de san Juan (Lib 10: PG 74, 386-387)

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