martes, 5 de marzo de 2013

Cristo, pontífice y mediador


Cristo intercede por nosotros como hombre de Dios y reconciliador y mediador de los hombres. El es realmente nuestro sumo y santísimo pontífice que, ofreciéndose por nosotros, aplaca con sus súplicas el ánimo de su Progenitor. El es, en efecto, víctima y sacerdote, él es el mediador y el sacrificio inmaculado, el verdadero cordero que quita el pecado del mundo.

Un cierto tipo y sombra de la mediación de Cristo manifestada en los últimos tiempos, fue aquella antigua mediación de Moisés; y el pontífice de la ley prefiguró al pontífice que estaba por encima de la ley. Los preceptos legales son efectivamente sombras de la verdad. Por eso, el hombre de Dios, Moisés, y con él, el venerable Aarón, fueron los eternos mediadores entre Dios y la asamblea del pueblo, unas veces aplacando la ira de Dios provocada por los pecados de los israelitas e implorando la suprema bondad sobre aquellos corazones arrepentidos; otras veces haciendo votos, bendiciendo, y ofreciendo los sacrificios legales y las ofrendas por el pecado según ordena la ley; otras, finalmente, presentando acciones de gracias por los beneficios recibidos de Dios.

Cristo, que en los últimos tiempos brilló como pontífice y mediador, superando tipos y figuras, ruega ciertamente por nosotros como hombre, pero derrama su bondad sobre nosotros juntamente con Dios Padre en cuanto Dios, distribuyendo sus dones a los que son dignos. Es lo que abiertamente nos enseña Pablo, al decir: Os deseo la gracia y la paz de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

Así pues, quien ruega como hombre, es el mismo que distribuye dones como Dios. Siendo como es pontífice santo, inocente y sin mancha, se ofrece a sí mismo no por su propia fragilidad, como ordena la ley a los sacerdotes, sino por la salvación de nuestras almas. Hecho esto una sola vez por nuestros pecados aboga por nosotros ante el Padre. El es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero. Es decir, por todos los que, por medio de la ley, iban a ser llamados a la justicia y a la santificación procedentes de toda nación y raza.

San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre el evangelio de san Juan (Lib 11, cap 8: PG 74, 506-507)

No hay comentarios:

Publicar un comentario