lunes, 25 de marzo de 2013

Los frutos de la muerte de Cristo


Veamos qué es lo que el Salvador dice por boca del profeta: Yo, como cordero manso, llevado al matadero, no sabía los planes homicidas que contra mí planeaban: «Metamos un leño en su pan, arranquémoslo de la tierra vital, que su nombre no se pronuncie más». También Isaías dice que Cristo fue como cordero llevado al matadero y que como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Si en este pasaje habla el profeta de Cristo, en aquel es el mismo Cristo el que habla de sí: Yo —dice—, como cordero manso, llevado al matadero, no sabía. No conocía el mal ni el bien, no conocía el pecado o la injusticia; en una palabra: No conocía. Te ha dejado el encargo de que investigues qué es lo que desconocía. Lee el Apóstol: Al que no conocía el pecado, Dios lo hizo expiar nuestros pecados.

Ellos tramaban contra mí, diciendo: Metamos un leño en su pan. El pan de Jesús, del que nosotros nos alimentamos, es su palabra. Y como, cuando enseñaba, algunos intentaron poner obstáculos a su enseñanza, crucificándolo dijeron: Venid, metamos un leño en su pan. A la palabra y a la enseñanza de Jesús le hicieron seguir la crucifixión del Maestro: éste es el leño metido en su pan. Ellos, es verdad, dijeron insidiosamente: Venid, metamos un leño en su pan, pero yo voy a decir algo realmente maravilloso: el leño metido en su pan mejoró el pan.

Tenemos de ello un precedente en la ley de Moisés: lo mismo que el leño metido en el agua amarga la volvió dulce, así el leño de la pasión de Cristo, hizo más dulce su pan. En efecto, antes de meter el leño en su pan, cuando era solamente pan y no leño, su voz no había resonado por toda la tierra; en cambio, cuando recibió fortaleza del leño, el relato de su pasión se conoció en todo el universo. El agua del antiguo Testamento se convirtió en dulce al contacto con el leño, en virtud de la cruz que en él estaba prefigurada.

Arranquémoslo de la tierra vital, que su nombre no se pronuncie más. Lo mataron con la intención de erradicar totalmente su nombre. Pero Jesús sabe por qué y cómo morir. Por eso dice: Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo. Por tanto, la muerte de Jesucristo, cual espiga de trigo, produjo siete veces y mucho más de lo que se había sembrado.

Pensemos por un momento en la eventualidad de que no hubiera sido crucificado ni, después de la muerte, descendido a los infiernos: el grano de trigo hubiera quedado solo y de él no habrían nacido otros. Presta mucha atención a las palabras divinas, para ver qué es lo que quieren darnos a entender: Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo. La muerte de Jesús dio como fruto todos éstos. Por tanto, si la muerte ha producido una cosecha tan abundante, ¿de qué abundancia no será portadora la resurrección?

Orígenes, Homilía 10 sobre el libro del profeta Jeremías (1-3: PG 13, 358-362)

No hay comentarios:

Publicar un comentario