sábado, 30 de marzo de 2013

Si sufrimos con él, también con él seremos glorificados


En Cristo nos fue otorgado este don singular: que en la naturaleza pasible no subsistiera la condición mortal, que la esencia impasible había asumido, de suerte que en razón de lo que no podía morir, resucitase lo que estaba muerto.

Hemos de esforzarnos, carísimos, con la máxima intensidad de nuestro cuerpo y de nuestra alma, por sintonizar perfectamente con este sacramento. Pues si descuidar las fiestas pascuales es ya un gravísimo sacrilegio, es todavía más peligroso sumarse, sí, a las asambleas litúrgicas, pero sin participar en la pasión del Señor. Pues si el Señor dice: El que no coge su cruz y me sigue, no es digno de mí; y el Apóstol: Si sufrimos con él, también con él seremos glorificados ¿quién honra verdaderamente a Cristo paciente, muerto y resucitado, sino el que con él padece, muere y resucita? Estas realidades comenzaron ya, en todos los hijos de la Iglesia, con el mismo misterio de la regeneración, en el que la muerte del pecado es la vida del renacido, y en el que la trina inmersión recuerda los tres días de la muerte del Señor. De modo que, eliminado un cierto comportamiento típico de la sepultura, los que el seno de la fuente recibió viejos, los da a luz, rejuvenecidos, el agua del bautismo. Sin embargo, hay que llevar a cabo en la vida lo que se ha celebrado en el sacramento, y los renacidos del Espíritu Santo no conseguirán mantener a raya lo que en ellos queda de tendencias mundanas si rehúsan aceptar la cruz.

Por tanto, cuando alguien se dé cuenta de que rebasa los límites de la disciplina cristiana y que sus pasiones le arrastran hacia lo que le obligaría a desviarse del recto camino, recurra a la cruz del Señor y clave en el leño de la vida los impulsos de su mala voluntad. Invoque al Señor con las palabras del profeta, diciendo: Traspasa mi carne con los clavos de tu temor; yo respeto tus mandamientos.

¿Qué significa tener la carne traspasada con los clavos del temor de Dios, sino mantener los sentidos corporales alejados del atractivo de los deseos ilícitos por miedo al juicio de Dios? De suerte que quien resiste al pecado y da muerte a sus concupiscencias para que no hagan nada digno de muerte, tenga la osadía de repetir con el Apóstol: Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en el cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo.

Así pues, que el cristiano se establezca allí donde Cristo lo llevó consigo, y oriente sus pasos hacia allí donde sabe que fue salvada la naturaleza humana. La pasión del Señor se prolonga hasta el fin del mundo. Y del mismo modo que Cristo es honrado y amado en sus santos, es alimentado y vestido en sus pobres, igualmente él está compadeciéndose en todos los que sufren persecución a causa de la justicia. A menos que debamos pensar que, difundida la fe por todo el mundo y disminuido el número de los impíos, se hayan acabado todas las persecuciones y todos los combates a que anteriormente fueron sometidos los santos mártires, como si la necesidad de llevar la cruz sólo incumbiera a los que fueron sometidos a atrocísimos suplicios en un intento por separarlos del amor a Cristo.

Por tanto, las almas sabias, que han aprendido a temer a un solo Señor, a amar y a esperar en un único Dios, después de haber mortificado sus pasiones y crucificado sus sentidos corporales, no se doblegan ante el temor de enemigo alguno ni se dejan sobornar por ningún regalo. Colocaron incluso la voluntad de Dios por encima de cualquier preferencia personal, y se aman tanto más cuanto, por amor de Dios, menos se aman.

Carísimos, en tales miembros del cuerpo de Cristo se celebra legítimamente la santa Pascua y no carecen de ninguno de los triunfos adquiridos por la pasión del Salvador. Creo, amadísimos, que por hoy ya os he hablado bastante de lo concerniente a la participación de la cruz, de modo que el sacramento pascual pueda celebrarse dignamente también en los miembros del cuerpo de Cristo.

San León Magno, Sermón 70, sobre la Pasión del Señor (3-5: CCL 138A, 428-432)

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